lunes, 14 de mayo de 2007

Discurso de Inauguración I Bienal Nacional de Literatura "Ramón Palomares"


Poeta Ramón Palomares


Sinceramente me siento abrumado por esta deuda de haber sido designado para dar nombre a esta Bienal, a la que por supuesto auguro una extensa y fructífera trayectoria; asumo este elogió como una muestra de noble y generoso afecto, como igualmente asumo el que haya y han existido nombres de tanto o mayor significación que el mío para denominarla dignamente.
Me resulta imperioso en este momento tan especial delinear algunas referencias familiares. Déjeme decirles que este acto tiene, en cuanto a mí respecta, aun dentro de sus características formales y del protocolo que le son propios, tienen algo así como un atmósfera de familia que puedo advertir entre toda la gente aquí reunida y que son no solo mis amigos sino auténticos familiares bien por claros lazos consanguíneos, bien por una relación armoniosa y profunda compartida en tiempos intensos y generosos ya en la juventud como en años de madures y de recogimiento; así pues siento que resulta oportuno hacer algunas referencias o por lo menos señalar una que otra persona que en ese entorno personal marco el rumbo particular de mi vida ya de manera directa y decisiva ya como esa extraña y misteriosa señal que marca una impronta en nosotros y da particular sentido a nuestra vida. Refiero así la afortunada circunstancia de haber hallado en el amanecer de mis cinco años, en mi querida madre y tía paterna, Doña Polimnia Sánchez de Olmos el espíritu de banda y nobleza que condujo mis primeros pasos y me dio crianza, y junto a mi abuela adoptiva- la señora Filomena Olmos-, me dio la ternura y el amor imprescindibles para vivir el universo de afectos, de emociones y ensueños que son esenciales para una existencia digna de ser vivida y acceder así a la capacidad de belleza y poesía a la que todos tenemos derecho para alcanzar así y en plenitud la maravilla de la vida, y su regalo y condición milagrosa de bendición inexplicables. Vaya sus nombres y fantasmas acompañados de tantos otros que me resulta imperioso evocar hasta las lagrimas, y queden dichos aun en el silencio que con amor guardo para ellos queden así sus nombres junto a esas personas tan queridas con quienes en cercanía de hogar me levante.
Pero también quiero rendir mi pequeño homenaje al poeta y maestro de cien años atrás- el doctor Julio H Sánchez que fuera mi abuelo paterno, homenaje que le debo por hombre cabal por maestro y por poeta y por que su nombre resulta particularmente ilustre en el ámbito en que ahora nos encontramos; la región trujillana; Escuque, Valera y todo su vecindarios, pero sobre todo Trujillo, este Trujillo que ahora nos guarda tan noble y sobre todo tan bondadoso y espiritual, como que es tierra privilegiada de Historia y Poesía. A propósito del docto Julio H Sánchez voy a delinear estas referencias apuntaladas por la guía de nuestro ilustre e inolvidable maestro de la historia regional y venezolana, el Doctor Mario Briceño Perozo.
La infancia de mi abuelo debió acercarlo a la tierra y a las faenas campesinas, pues su padre Don Ángel Sánchez, era un hombre de haciendas una de las cuales precisamente se llamaba en alusión a su cultivo: El Cacahual, y en muchas ocasiones el abuelo recordaba su insistencia en trabajar la agricultura y su persistente negativa a seguir estudios en Trujillo donde a fin de cuentas obtuvo su titulo de bachiller siendo muy joven todavía. “un hombre tan apegado al rincón natal – nos relata el Doctor Briceño Perozo – no pensó jamás en salir de Escuque; allí debería transcurrir su vida entre códigos y leyes, impartiendo enseñanza desde el salón de clases, desde la columna periodística, desde la tribuna pública: pero he llamado a la capital del Estado, ha de ejercer un cargo en la judicatura, y de esta manera forma parte de la Corte Suprema del Estado Trujillo...
Aquí por entonces junto a los hermanos LLavaneras Carrillo, Samuel Barreto Peña y otros jóvenes editaban en Trujillo un periódico “El Bohemio” y concurrían al hotel de la cruz verde donde se hospedaban el Doctor Sánchez para disfrutar de sus enseñanzas. En aquellas tertulias entre discípulos recordaría él, en la historia de Grecia la celebre academia y los no menos afamados peripatos en que oficiaran Platón y Aristóteles – continua el historiador – pues el Doctor Julio H Sánchez aconsejaba que para afianzar una sólida cultura había que conocer a los clásicos. Era particularmente aficionado a la lectura de los místicos muy en correspondencia con su fe religiosa. No era este ya el Trujillo de los años 1880 cuando el abuelo se graduara. Florecía una nueva generación, la más prodiga que hubiera tenido la ciudad y de la cual el más descollante fuera el doctor Mario Briceño Iragorry, junto a su extraordinaria figura actuaba otros brillantes estudioso, un poco mayores que los editores del Bohemio, pero igualmente fogosos: José Félix Fonseca, Manase Capriles, Saúl Moreno, que alentaban dos publicaciones literarias: Ariel y Azul, y que igualmente acudían a tempranas horas de la noche a las “ jugosas conversaciones como las recordarán el propio Don Mario Briceño Iragorry. Fue el doctor Julio Helvecio Sánchez del Gallego uno de los hombres más cultos y de inteligencia más rápida que halla dado el estado Trujillo; con Inocente Quevedo, Rafael García González, Ángel Carnevali Monrreal, Rafael Colina Montilla y Rafael Terán ocupa sitio señalado en el grupo de vigorosos escritores con que contaba Trujillo a principios del siglo veinte.
La muerte de mi abuelo ocurrida en junio de 1919 tuvo esa nota dramática y trágica que tantas veces hace más elevada y noble la existencia de una persona que ha sido distinguida y amada especialmente por su bondad. Callo enfermo rápida y penosamente en Escuque donde no hubo posibilidad de remediarlo y así hubo de tomar el tren de la Ceiba en Motatán y acompañado de una de sus hijas se fue a Maracaibo donde murió a los pocos días de su llegada. Félix José Fonseca, uno de aquellos poetas que junto a Don Mario Briceño Iragorry visitaban a mi abuelo en el hotel de la cruz verde les dedico – a su muerte estas hermosas frases.
Omnipresente en ese tiempo en nuestra imaginación juvenil la figura venerable de aquel viejo a quien sus discípulos solían llamar Prospero por alusión al sabio mago de la tempestad, y de cuyos labios hace fluir Rodó las páginas excelsas de su “Ariel”, que entonces leíamos con entusiasmo, resolvimos unánimente hacer del viejo compañero nuestro Prospero. Y le llamamos Maestro, a pesar de sus protestas. Y casi todas las noches y algunas mañanas dominicales, los locos, los líricos, los poetas, como nos llamaban los lechuguinos de cabezas huecas y femeniles rostros, los hombres prácticos y las damas cursis, nos congregábamos amistosamente en el cuarto del maestro, y mostrándole nuestras insipientes producciones, leyendo unas veces y otras charlando, al conjuro de su palabra alentadora acariciamos sueños entre una no conquistada gloria, viviendo así tal vez de nuestra vida las demás hermosas horas.
He aquí por que he dicho más arriba que la figura del escritor Julio H Sánchez esta unida a nuestra pobre generación con la doble significación del compañero y del maestro…
Evocando su sombra amiga me he puesto a recitar en voz baja el responso a Verlaine del gran Darío.



POETA RAMÓN PALOMARES
MANIFIESTA APOYO A CHÁVEZ


Mérida, 24 de noviembre del 2003



Yo, Ramón Palomares, deseo manifestar, con toda claridad, mi pleno apoyo a la Constitución Bolivariana de Venezuela, a la decidida y valiente gestión del Presidente de la República, Hugo Rafael Chávez Frías y al equipo que lo acompaña en su decidida empresa de ennoblecer, dignificar y hacer más grande y creativo nuestro querido país. Aprovecho la oportunidad para enviar un saludo de amistad y solidaridad al Dr. Gilmer Viloria, a quien igualmente reconozco su hermosa labor.


Ramón Palomares CI: 1.007.756

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